top of page

La pregunta del millón: ¿Cómo puedo dejar de pensar?


¡Quiero dejar de pensar!

En consulta, me suelo encontrar con que algunas personas a las que visito me hacen una pregunta que necesita una respuesta urgente: ¿Cómo puedo dejar de pensar? Y tras ella aparece la siguiente petición: ¿Me puedes dar alguna pauta o herramienta para dejar de hacerlo?

Cuando sufrimos, queremos cortar por lo sano con aquello que nos hiere y, en este caso, los pensamientos parecen ser el salvoconducto que hacen de puente con nuestro dolor, con aquello que nos consume, angustia, entristece, agobia, enfurece, etc. Como cuando, por ejemplo, queremos o deseamos a alguien y no somos correspondidos que no paramos de pensar en esa persona, en qué hicimos mal, en qué estará haciendo o en por qué no le gustamos. El contenido de todos esos pensamientos es lo que nos duele, con lo que si pensamos en ello lo que nos ocurrirá es que nos sentiremos mal. Así que, querer dejar de pensar y, por tanto, querer dejar de sufrir es lo cosa más razonable del mundo. Hasta ahí, nada nuevo y muy obvio todo, ¿verdad?

Bien, pues, cuando en consulta surge esta pregunta lo que me toca contestar de buenas a primeras es que no tengo una lista de trucos para dejar de hacerlo, básicamente, porque no creo que eso sea posible ni lo que más nos convenga. Y... ¡plof¡ primer KO técnico. Pero, alto ahí, ¡no perdamos la calma, que hay esperanza! Porque no podremos dejar de pensar, pero lo que sí podremos hacer es pensar diferente.

La función de esos pensamientos siempre suele ser la de comprender la situación que nos genera malestar para así poder encontrar soluciones y razones válidas que nos permitan transformarla en bienestar y equilibrio emocional. Pero, a menudo, lo que acaba ocurriendo es justamente lo contrario, porque al dedicarnos a buscar estamos demasiado ocupados para encontrar.

Te aseguro que te será bastante fácil encontrar por ahí algunos truquillos para dejar de pensar. Millones de artículos sugieren realizar tareas distractoras (fijarse en algo de nuestro entorno e inventarnos una historia, concentrarnos en nuestra respiración, hacer actividades que nos gusten, hacer deporte...), usar autoinstrucciones para la parada de pensamiento (decirnos basta cuando nos demos cuenta de que estamos dándole vueltas al tema), poner en marcha estratégicas paradójicas (dedicarnos un periodo de tiempo fijo al día a pensar en cantidad), hablar con un buen amigo o alguien de confianza o, también, coger papel y lápiz para escribir las preocupaciones.

Todo ello nos puede ser de ayuda, claro está. Son herramientas que podemos poner en marcha para intentar dejar de pensar y que nos pueden echar un cable en un momento dado. Pero creo que echar mano de todo eso es como poner una especie de parche a nuestros problemas, como cuando nos ponemos una tirita de esas que tras algunas duchas o días se acaban despegando. ¿Por qué? Pues porque no estamos abordando lo que genera esos pensamientos, simplemente operamos sobre ellos. Y al hacerlo evidentemente que podemos modificar nuestra conducta o hábitos, pero descuidamos nuestras emociones.

Uno de los caminos, pues, que sugiero yo tras esa pregunta es el siguiente:

  • Paso número 1: Siente. Destapa la emoción. Ponle una voz, un cuerpo o una forma y dale vida. Porque solo así podremos entender su mensaje, su función, su enseñanza.

  • Paso número 2: Redefine esa experiencia. Una vez hayas escuchado lo que tenía que decirte esa emoción, podrás darle un sentido. Único e intransferible. Cada cual debe darle el que encuentre para sí. (¿Te acuerdas que antes decía que esa era una de las funciones del pensar? Dar sentido es una necesidad muy humana, pero mejor hacerlo des del corazón que des de la razón!).

  • Paso número 3: Acoge ese dolor. Teniendo ya un sentido es cuando podremos empezar a ser compasivos con nosotros mismos y con eso que rechazamos. Porque cuando estamos en este bucle y queremos dejar de pensar, inevitablemente, estamos luchando en contra de algo. (Prefiero hablar de 'acoger' y no de 'aceptar' porque creo que todos ya estamos bastante hartos de que nos digan 'Acéptalo' y porque creo que está muy bien decirlo pero difícil es hacerlo. Además, ¡no quiero confusiones con la resignación! y creo que 'acoger' va mucho más allá del aceptar. Cuando hablamos de acoger, invitamos al afecto, es decir, a la emoción, en vez de la razón, y ofrecemos un sitio a eso que intentamos echar a patadas de nuestras vidas y no se va).

  • Paso número 4: Suéltalo. Después de ser amables con el dolor (porque cuanto más luchemos en contra, más presente estará en nuestras vidas), este comprenderá que ya ha hecho su trabajo contigo. Así que te robará menos tiempo y dejará de susurrarte a todas horas en forma de pensamiento para dejar que la calma y la serenidad piensen a su manera.

He empezado diciendo que no tenía trucos ni respuestas instantáneas a la pregunta acerca de ¿Cómo puedo dejar de pensar? y he acabado explicándote los pasos que propongo yo en consulta. Parece incongruente, pero no lo es. Porque esto no es un truco, una pauta o un guión que pueda aplicarse fácilmente en casa. ¿Te imaginas operarte de apendicitis tú mismo? Imposible, ¿verdad? Pues esto es lo mismo. Es un proceso. Un proceso personal que se adapta a cada caso y situación para abordar la pregunta del millón acompañado.

Creo que a lo largo de una psicoterapia o de un proceso de crecimiento personal pasan cosas mágicas y aprender a hacer todo esto es una de ellas.

Entradas recientes
Archivo
Buscar por tags
Sígueme en:
  • Instagram
  • Facebook
bottom of page